Se puede decir que, con el tiempo, las producciones sobre crímenes fueron ampliando su campo de acción desde la policía, hasta los detectives privados y, después, fueron ampliando su punto de vista al de los testigos –incluso de las propias víctimas como en el caso de ‘El crepúscula de los dioses’ (1950, Billy Wilder)- y después a cuerpos tan especializados como la policía científica (todos esas divisiones repletas de polis y empollones aunados bajo la etiqueta de CSI), la franquicia de “Ley y Orden” (y sus correspondientes ramificaciones), series sobre interrogadores (‘The Closer’), sobre investigadores de asesinos en serie (‘Mentes criminales’), sobre forenses con TOC (‘Bones’) o, incluso, sobre forenses que subliman sus pulsiones psicóticas cazando a otros chiflados (‘Dexter’). Y, por si fuera poco, también existieron ‘JAG’ y ‘NCIS‘ (ahora también con su propio spin off) que trata de crímenes y tropelías cometidas dentro del ejército de los USA y que se basa en la premisa de policías militares persiguiendo a militares.
Se puede decir que el tema policiaco es una fuente inagotable de temas porque la gente es mala, la gente asesina a otra gente y, claro está, no quieren acabar en la cárcel y, por otro lado, la profesión de policía o investigador científico tiene todo el atractivo de la gente que trabaja dividiendo lo legal de lo ilegal lo que permite mostrar un interesante abanico de perfiles dramáticos de mucha intensidad lo suficientemente exagerados y estereotipados como para ser del gusto de esas grandes audiencias que afirman no ponerse delante de una pantalla –de cine o de TV- para pensar (nos incluímos, nosotros si queremos pensar nos vamos al pensódromo, como todo el mundo).
Pese a que bien podríamos habernos quedado en las series de policías (incluso solo con las de “sheriffs” como ‘Justified’ o la más popular ‘Walker Texas Ranger’…entiéndase lo de ‘sheriff’ como la forma genérica que tenemos de identificar a cualquier servidor de la ley que lleve sombrero de cowboy) lo cierto es que hay gente por ahí necesitada de experiencias intelectuales más fuertes y ya podemos afirmar orgullosamente que el arco se ha ampliado a lo que pasa una vez que ya ha ocurrido el crimen y la policía ya ha pasado por allí. Si ustedes tienen edad y memoria recordarán que ‘Tú asesina, que nosotras limpiamos la sangre’ (1996, Reb Braddock) alcanzó cierta notoriedad en la taquilla española porque se vendió con la etiqueta de ‘Producida por Tarantino’ y estábamos todos enamoradísimos de Tarantino allá por los 90. La película era una comedia negra sobre una limpiadora de escenas de asesinato enamorada de un criminal y tenía el delicioso encanto de ser la vuelta de tuerca del cine de serial killers y de beber de otros filmes como ‘¿Y si nos comemos a Raúl?’ (1982, Paul Bartel) o ‘Ola de crímenes, Ola de risas’ (1985, Sam Raimi) que se tomaban el asesinato como una de las bellas artes de la comedia. Se puede decir que el género de películas de gente que se dedicaba a profesiones relacionadas con el crimen pero que no eran policías era algo que se reservaba para la serie B y que el tema aparece de forma muy marginal, tanto que solo podemos recordar la estupenda ‘Sunshine Cleaning’ (2008, Christine Jeffs) –una película independiente- que trata el tema pero no desde un punto de vista policial. Sí podríamos hablar, pero tampoco desde un punto de vista específicamente policial, de la enorme ‘A dos metros bajo tierra’ (todavía nos preguntamos por qué no se sucumbió a la tentación de titularla ‘Los sepultureros’ en España) como una serie que se preocupaba de explicarnos qué le pasaba a un ser humano a convertirse en cadáver y de la especial relación que establecía con la familia protagonista. Ya en 2009 su creador, Alan Ball, estrenó en HBO el piloto de ‘All signs of dead’ una adaptación de la novela ‘The mystic art of erasing all signs of death’ de Charlie Huston y que contaba los avatares por los que pasaba su protagonista mientras se encargaba de dejar como los chorros del oro una casa en la que se había producido una muerte. Para nuestra desgracia el asunto no funcionó y HBO no quería que Ball se despistase de sus responsabilidades en la serie ‘True Blood’ por lo que no se emitieron más.
Ha sido Canal + (dentro de su reverdecida línea de producción) la que ha animado el género policiaco –o este subgénero de la limpieza post-mortem- con ‘Spotless’ una serie francobritánica (como la versión francobritánica de ‘El puente’, titulada ‘El Tunel’, también producida por ellos) que narra la historia de Jean Bastierè (Marc-André Grondin), un francés afincado en Londres que dirige un negocio de limpieza especializado en las escenas de crímenes. Está casado con Julie (Miranda Raison), que se aburre como una mona, y tiene dos hijos (muy tróspidos). La vida de Jean sería de lo más vulgar si no fuera porque su familia no sabe que está agobiado por las deudas, tiene un amante llamada Claire (Tanya Fear) y, regularmente, paga sobornos a la policía para conseguir contratos. Para animar aún más el cotarro en su vida reaparece su hermano Martin (Denis Mènochet) que es un simpático tarambana que a sus taytantos va por ahí yendo en patinete y arrastrando un singular carga que quiere vender al mejor postor que resulta ser Nelson Clay (Brendan Coyle), un mafioso londinense con el que los dos hermanos iniciarán una estrecha y retorcida relación de negocios.
Los responsables de ‘Spotless’ son la guionista Corrinne Marrinan (que ha doblado su labor creativa con la de de productora ejecutiva en CSI: Las Vegas y sus franquicias de NY y Miami) y el guionista Ed McCardie (creador de la divertida ‘Shameless’). No hay que ser un genio para adivinar como ambos se han dividido el trabajo y cuál ha sido la labor de cada uno en la creación de los personajes y las tramas de la serie que está a medio camino entre la comedia macabra y el cine de gángsters británico. No es raro que, cuando vean ustedes la serie, no se le cruce el cable y piensen en ‘Snatch: cerdos y diamantes’ (Guy Ritchie, 2000) o en la más profunda ‘El largo viernes santo’ esa película casi de culto producida por Handmade Films (la productora de George Harrison, el beatle, que también hizo ‘La vida de Brian’) y que estaba protagonizada por Bob Hoskins y Helen Mirren. La serie, que podría haberse quedado en un estilizado ejercicio de thriller normalito, toma profundidad con los personajes que tienen más alma de la acostumbrada en este tipo de producciones y la cosa se completa con ese gusto británico por todo lo que resulta decadente. Ese imperio dominado por el espíritu de lo cutre que se cae a cachos pero sigue teniendo encanto. Un poco como los personajes mismos.
Buen guión, a veces rayando en lo excelente; buenísima puesta en escena y una sobriedad cinematográfica que alían a ‘Spotless’ con otras producciones de postín como ‘Happy Valley’, ‘In the flesh’ o ‘Misfits’ y que la hacen una cita imprescindible con la buena televisión a la que nos vienen mal acostumbrando. Por reseñar otro interesante punto destacaríamos lo equilibrado del reparto y como los productores han sabido sacar petróleo de un grupo de actores no muy conocidos – con la excepción de Denis Mènochet por su pequeño papel de Perrier Lapadite, aquel productor lácteo que le intentaba aguantar el tipo a Christoph Waltz, en ‘Malditos bastardos’ (Quentin Tarantino, 2009) y Brendan Coyle, conocido por su papel en ‘Downton Abbey’- que, sin embargo, hacen un excelente trabajo en todos los aspectos.
‘Spotless’ es amarga y trata un tema feo que, sin embargo (como ‘Shameless’), resulta entrañable en muchos sentidos. Y eso que el asunto va de gente que limpia cadáveres y, también, de los que les dan trabajo. Si quieren pasar un rato divertido (y también es curioso que sea graciosa) denle confianza a un título teóricamente menor que no se van a arrepentir.