Scotty Bowers, Scotty Bowers, Scotty Bowers… Repetid su nombre, como si fuese un mantra, hasta memorizarlo, porque el tipo trae cola –y nunca mejor dicho-. Es más, si a Scotty Bowers le tocase protagonizar, a sus 90 ‘castañas’, cualquier episodio de la serie ‘The Walking Dead’, lo tendría bastante complicado para salir vivito y coleando –de nuevo, nunca mejor dicho-. Ya no sólo los zombis de andar por casa irían en pos de su cerebro, es que todas las estrellas de Hollywood de los años 40, 50 y 60 harían cola a la puerta de su casa para apalearlo.
¿El motivo? Pues tiene forma de libro, 304 páginas profusamente ilustradas y un títulazo de lo más revelador: ‘Servicio completo. La secreta vida sexual de las estrellas de Hollywood’. ¿Cómo no van a querer los fiambres revividos de Walter Pidgeon, Noël Coward, Katharine Hepburn, Rita Hayworth, Cary Grant, Montgomery Clift, Vivien Leight, los duquesa de Windsor o Edith Piaf engullir hasta el último pedazo del cerebro de este hombre después de haber contado lo incontable en un libro que recuerda a aquel ‘Hollywood Babilonia’, de Kenneth Anger, que la editorial Tusquets publicó en 1965.
Para empezar y no herir susceptibilidades, que quede claro que tanto ni en ‘Hollywood Babilonia’ como en ‘Servicio completo’, de cuya edición en España se han ocupado los chicos de Anagrama, aparece recogida la archiconocida anécdota de que Errol Flynn estaba tan bien dotado que era capaz de tocar el piano con el pene. Fue la propia Marilyn Monroe, entre otros, quien lo aseguró en su día. Es decir, que algo había. Por lo menos, un rumor. Por lo más, bastantes centímetros de más. Sobre la calidad de la ejecución ya existen más dudas. No nos imaginamos al bueno de Errol concluyendo el ‘Concierto para piano nº2 en do menor Op. 18´, de Rajamáninov, con la punta de su desaforado y virtuoso miembro viril. Aun así, la lectura de esta crónica chafardera en forma de memorias, mantiene tan altos niveles de vicio y corrupción que pondría los pelos de punta al mismísimo Rocco Siffredi.
Sodoma, Gomorra y Hollywood. Tres ciudades que no son precisamente conocidas por sus bibliotecas. Y en este caso, una vez leído ‘Servicio completo’, claro está que la última se lleva la palma. Pero pongámonos en situación porque tiene la cosa tiene su gracia. Un ‘redneck’ nacido en el Illinois rural de 1923 llega a Hollywood después de servir en los marines en la Segunda Guerra Mundial y empieza a trabajar en una gasolinera de Hollywood Boulevard. Ahí está el tío. Creo que todos podemos visionarlo. Con su manguera en la mano –y me refiero a la del depósito de gasolina, no seáis (todavía) mal pensados- y llenando el depósito a los actores y actrices más importantes del momento. No me digáis que no es para sacarle una foto.
El tipo, mientras está en pleno ‘currelo’, se liga al actor Walter Pidgeon y se lo lleva sin más al casoplón de un amigo donde pasan una tarde de piscina, sol y sexo descontrolado, y no por ese orden precisamente. A partir de ahí, empieza a correr el rumor por despachos y ‘sets’ de rodaje de que el bueno de Scotty, además de acostarse con todo lo que se moviese, podía concertar una cita discreta con la persona de tus sueños proporcionando parejas homo o heterosexuales a todo el que se lo reclamase. El propio Scotty se acostó con numerosas estrellas de Hollywood de ambos sexos. Era, de hecho, una leyenda desconocida dentro y fuera de los platós. Hoy, podemos decir que se ha convertido en el ‘chivato’ del mes.
Salvo el recientemente fallecido Gore Vidal, uno de los máximos defensores del libro, todos los ‘retratados’ ya estaban criando malvas cuando Scotty Bowers lo publicó, lo que le ha evitado pleitos como los que tuvo que afrontar en su momento el bueno de Kenneth Anger. Por lo demás, el libro carece deliberadamente de índice onomástico, por lo que los interesados deberéis leéroslo si os interesa saber de qué pie (sexual) cojeaba cada quien. De todas formas, no vamos a ser tan malos de callarnos lo mejor. Ahí van algunos que otros. Preparaos para poneros en modo ojiplático y tomad asiento, por favor.
“Charles Laughton se sentó, colocó con cuidado una rebanada de pan sobre la otra, las partió por la mitad, y sin decir palabra ni dedicarnos siquiera una mirada rápida, mordió el bocadillo. Estaba ligeramente manchado por una liviana sustancia parda. Tenía aspecto de salsa de carne o de manteca de cacahuete. Ted, el chapero que yo le había contratado, había defecado en él. En cuanto se lo zampó entero se levantó y fue al fregadero para lavarlo.”
“A Tyrone Power le gustaba lo que vulgarmente se conoce como “deportes acuáticos” o “lluvia dorada”. Se trata de que un compañero sexual te orine encima. Tyrone lo disfrutaba ocasionalmente cuando sus amantes –en especial señoritas– “soltaban un dado falso” o le defecaban encima. En el mundo gay solían llamar ‘caquitas’ a las reinonas con esta inclinación”.
“El Mocambo era un hito en Hollywood. Era un local famosísimo, decorado con motivos navideños y situado en el 8588 de Sunset Boulevard. Era un local perfecto para Edith Piaf y había firmado el contrato para actuar allí durante un mes. Edith, una criatura dulce, morena, de ojos y cabellos oscuros, no era exactamente bonita pero tenía una cara interesante. Pensé que era de lo más erótica, pero resultó ser una persona triste que parecía estar siempre al borde de las lágrimas. Al hacer el amor decía cosas cantarinas en francés, ronroneando a su manera grave y melosa. Nos acostamos casi todas las noches las cuatro semanas que pasó allí”.
“Conocí también a Vincent Price y a su segunda mujer, Coral Browne; a él le concerté encuentros durante años, y a ella le busqué jovencitas en los años setenta, pero los dos, no obstante, tuvieron un matrimonio muy feliz, aunque casto”.
“Cole Porterera declaradamente gay e innegablemente promiscuo. No recuerdo exactamente cuándo me llamó una noche inesperadamente a la gasolinera. Me dijo que le habían dicho que yo conocía cantidad de marines y me preguntó si podía ir a su casa con dos o tres de ellos alrededor de la media noche del sábado siguiente. Pronto supe que su pasión era el sexo oral. Tranquilamente podía mamar treinta pollas una tras otra. Y siempre tragaba. Hay muchas personas, hombres y mujeres, a los que les gusta de verdad el sabor del semen. Porter era una de ellas”.
“Un tipo muy peculiar de mi álbum de putos era un actor porno llamado John Holmes. John era una leyenda. Se decía que su pene, fláccido, medía de veintitrés a veintiocho centímetros, y erecto quizá dos centímetros y medio más. Sin embargo, nunca se sabrá la auténtica verdad. Pero, midiera lo que midiese, la verga de John era imponentemente larga.
Un dia se lo presenté a George Cukor. Tras pasar una hora con John, George me llamó y me dijo:
-Sí, bueno, interesante, pero..
-¿Pero qué, George?
-Bueno, es cierto que tiene un péndulo de cuidado, pero el pobre chico no sabe muy bien qué hacer con él –dijo”.
“A Harold Lloyd, “uno de los reyes de la comedia del cine mudo”, le puse en contacto con muchas chicas a lo largo de los años. Todas eran bellezas y, cabría añadir, prostitutas. Pero él nunca las tocaba físicamente. Lo único que quería era fotografiarlas desnudas con su cámara especial de tres dimensiones”.
“En cuanto el chico joven soltó su bolsa en el otro lado de la cama, se quitó la chaqueta y la arrojó sobre la colcha, dejando al descubierto un revólver y su funda amarrada al cuerpo. Joder, pensé. ¡Este tío no es sólo el chófer y el guardaespaldas de J. Edgar Hoover, el director del FBI en Washington DC, sino también su amante! Iban a compartir la cama. Así que los rumores eran ciertos. Había oído decir muchas veces que Hoover podía ser gay. Apenas daba crédito a mis ojos”.
“Después de mi época en la gasolinera hice de alcahuete muchas veces para Anthony Perkins. Tony era un hombre intenso, sensible y complejo. Yo le apreciaba muchísimo. Proyectaba un aire de vulnerabilidad nerviosa y era un actor sumamente popular. Era gay, aunque estaba casado y tenía dos hijos. Su relación homosexual más duradera fue la que mantuvo con Tab Hunter, pero frecuentaba a muchos hombres. Le proporcioné muchos encuentros. Al igual que Montgomery Clift, Tony era muy exigente respecto a sus amantes. Siempre quería “a alguien distinto””.
“Rock Hudson y James Dean se hicieron enemigos mortales en el plató de ‘Gigante’. No se apreciaban lo más mínimo. Yo ya estaba informado de que Dean era un muchacho difícil, nada agradable de trato. Vale, era un chico muy guapo y tenía mucho ‘sex appeal’. También estaba envuelto en un aura de misterio, y cuando entraba en una habitación la conversación se interrumpía al instante y todas las cabezas se volvían. La gente estaba hipnotizada con él. Sin embargo, por detrás de su fachada era una maricona remilgada, de humor cambiante e imprevisible. Aunque tuvo algunas aventuras románticas con mujeres era esencialmente gay”.
“El falso matrimonio de Rock Hudson con Phyllis Gates debió de ser un infierno para ambos. Dormían en camas separadas en habitaciones separadas y nunca tuvieron ni un asomo de relación carnal. Rock poseía un apetito voraz y casi incontrolable. Observó durante años un comportamiento sumamente promiscuo, y en un determinado momento comenzó a conducirse de un modo algo temerario. Andando el tiempo empezó a beber más. Según quien fuese su amante del momento, Rock y su amigo podían despacharse cada uno una botella de whisky en una noche”.
“En 1955, a los setenta y siete años, hacia la época en que la conocí, Mae West se había enamorado de uno de aquellos tipos musculosos de la Playa Músculos de Venice Beach. Era treinta años más joven que ella, un auténtico adonis y ex campeón de lucha “Mister California”. Se hacía llamar Paul Novak. Mae se quedó prendada al conocerle e inmediatamente me invitó a su casa para presentármelo. Estaba colada por él”.
“Aprendí que George Cukor se adhería estrictamente a ese modus operandi en materia de sexo según el cual nunca había preámbulos ni besuqueos. El sexo anal estaba excluido, pero era otro adicto consumado a las felaciones. No le gustaban las orgías ni las camas redondas y no soportaba a Judy Garland pero era íntimo amigo de Katherine Hepburn.”
“El cacareado romance de Katherine Hepburn y Spencer Tracy era un montaje de los estudios de cine para ocultar que ‘la’ Hepburn era lesbiana y no me imaginaba a aquella mujer incuestionablemente hombruna teniendo un idilio con un hombre, ningún hombre. De hecho, a ella le gustaban las muchachas “morenitas, guapas y no demasiado maquilladas”. Le acabé proporcionando más de 150. En cuanto a Tracy, casado con Louise Treadwell desde 1923 y de la que, según los publicistas, jamás se divorciaría debido a su educación católica, “era un buen jodido amante. El gran Spencer Tracy era otro bisexual””.
“Bob Hope era un hombre muy agradable y siempre discreto sobre sus aventuras extraconyugales. Le gustaban las mujeres maduras, no las jóvenes que originalmente formaban parte de mis huestes de la gasolinera. Le ponía en contacto con cantidad de furcias, muchas de altos vuelos, señoras caras. Su predilecta era una actriz muy conocida llamada Barbara Payton. Durante muchos años se la consideró la prostituta número uno de la ciudad”.
“Cuando estaba sobrio Errol Flynn era una excelente compañía. Era un conversador maravilloso y muy agudo. Pero cuando se reunía con sus amigotes podían beberse un lago. Al llegar a los cuarenta y cinco años empezó a tener un aspecto avejentado. La falta de nutrición y el efecto devastador de toda aquella bebida le convirtieron en un hombre demacrado. Se casó tres veces y tuvo cuatro hijo, pero su carrera y su desmedido estilo de vida conocieron un final prematuro. El alcohol finalmente acabó con él y murió, entre otras cosas, de cirrosis en 1959, poco después de haber cumplido los cincuenta”.
“A Howard Hughes, el productor cinematográfico, le proporcioné muchas chicas. Siempre que le facilitaba una había que llevarlo con el máximo secretismo. Cada cita tenía que ser clandestina, envuelta en misterio, y nadie tenía que saber nada al respecto. Howard era más heterosexual que un toro y le gustaban las mujeres a rabiar pero, irónicamente, rara vez tenía contacto sexual con ellas. Era tan fanáticamente quisquilloso en lo concerniente a su propia salud, así como a la limpieza y la belleza prístina de la señorita en cuestión, que si ella llevaba el menor asomo de un maquillaje que a él no le gustaba la obligaba a ducharse inmediatamente y a quitarse hasta el último rastro de cosmético. Y si, Dios no lo quisiera, tenía la más mínima imperfección o un grano, ni siquiera la tocaba”.
“El gran Cary Grant era “íntimo amigo” de otro actor, Randolph Scott. Tuve la prueba el mismo fin de semana que pasé con ellos. Los tres hicimos muchas travesuras juntos. Me gustaban muchísimo los dos y era evidente que también ellos se querían mucho”.
“Al diseñador de vestuario y fotógrafo Cecil Beaton le preparaba un té, me metía en la cama a su lado, le daba un masaje, le desfruncía el ceño y le guiaba hacia una larga y pausada sesión de sexo hasta que se dormía como un bebé”.
“Fue Cecil Beaton precisamente quien me presentó al matrimonio Windsor que, (¡oh, sorpresa!) también tienen su rinconcito de honor en ‘Servicio completo’. A Eddy también le gustaban, de cuando en cuando, los tríos con una chica, y otras veces quería una mujer sola, y había ocasiones en que se enrollaba en un trío con Wally y otra mujer. Pero su preferencia clara eran los chicos”.
“Vivien Leigh, la protagonista de ‘Lo que el viento se llevó’ era muy distinta a Scarlett O’Hara, su personaje. Era caliente. Una mujer caliente. Muy sexual y muy excitable. Puesta en faena exigía una satisfacción plena y completa. Aquella noche follamos como si de ello dependiera la supervivencia del planeta. Y además sufría un síndrome bipolar, muy común en Hollywood por lo que se ve. Su marido, el gran Lawrence Olivier era bisexual: “Cada vez que le enviaba una pareja a su habitación de hotel, me pedía una chica distinta, pero muy a menudo solicitaba el mismo chico””.