El documental ‘Sound City‘ (2003), producido por Dave Grohl narra de manera prodigiosa el viaje de la mesa de grabación de los míticos estudios Sound City antes de que cerraran sus puertas al propio estudio del cantante de los Foo Fighters, los Studios 606.
Fundados en 1969, los estudios Sound City en el valle de San Fernando, al lado de Los Angeles, eran famosos por dos motivos: lo cutres que eran y la cantidad de álbumes con un sonido cojonudo que se grabaron entre sus paredes (el debut homónimo de Rage Against the Machine, en 1992; ‘After The Gold Rush’, de Neil Young, en 1972; ‘Nevermind’, de Nirvana en 1991; ‘Unchained’, de Johnny Cash, en 1996 y un largo etcétera). El documental nos aclara, además de la historia de los estudios, que la clave de todo ese fabuloso sonido radicaba en la mesa de grabación analógica, el modelo Neve 8078, de Neve Electronics, empresa fundada por el ingeniero inglés Rupert Neve (si quieres saber qué estudios tienen esa mesa, pulsa aquí). Un jodida obra de arte de la ingeniería, vaya.
La última escena del documental es la grabación de la canción ‘Cut Me Some Slack‘ con la mesa Neve 8078 ya en el estudio de los Foo Fighters por una súper banda formada por los miembros de Nirvana vivos: el batería Dave Grohl, el bajista Krist Novoselic y el guitarrista Pat Smear junto con Paul McCartney, que toca una cigar box. Tras los mandos está Butch Vig, el productor del ‘Nevermind’ de los de Seattle. Es todo tan perfecto de primeras que da mucho grima.
Pues no, el asunto (la canción vaya) acaba llevándote al Paraíso. En un formato de menos de diez minutos condensa lo que mucha gente piensa de toda la existencia de Paul McCartney de manera equivocada. Y es el propio McCartney quien hace que esa canción sea un colofón de aúpa a la altura del documental. Les patea el culo a todos. Una vez más. Como siempre. Puro rock and roll y pasión.
Vale, es cierto, hay algo en McCartney que hace que la gente prefiera a John Lennon. Quizás sea su carita de niño repelente. Y no digamos ahora, que parece más bien mi tía abuela, la que se bebe un vasito de anís a diario desde los sesenta y sigue viva, la tía.
Dejadme que os diga que estáis equivocados. Que Paul McCartney mola un poquito más que John Lennon (aunque nunca más que Ringo, el más molón de los Beatles de aquí a Roma); y que pese a que los dos dos aullaban rock and roll hace sesenta años en Hamburgo poseídos por las anfetaminas y que compusieran las más grandes canciones pop de la historia de la música; McCartney está vivo, actúa mañana en Madrid y voy a ir a verlo. Y que probablemente ya he perdido los papeles.
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