El programa ‘Viaje con nosotros‘ estuvo en antena desde finales de enero de 1988 hasta el último día de mayo de ese mismo año. El espacio, conducido (dirigido y producido) por Javier Gurruchaga, era una de esas cosas que el colaborador más estrecho del cantante de la Orquesta Mondragón en lo que al audiovisual se refiere, el ínclito guionista y director Juan Potau, definía como: “Una de esas cosas que solo Javier era capaz de sacar adelante gracias a su capacidad para embarcar y convencer a todo el mundo de que iban a participar en el mayor espectáculo jamás visto por el hombre”.
Efectivamente ‘Viaje con nosotros’ fue una idea de Javier Gurruchaga que ya había ensayado sus dotes como animal televisivo presentando aquella ‘Cuarta Parte’ de ‘La Bola de Cristal‘. Otro mítico espacio dirigido al público juvenil donde, por primera vez, vimos desdoblarse al showman en los personajes de Cayetana y Gregorio Gurruchaga (sus chalados papás en la ficción). En teoría el show tenía que ser un programa de entrevistas, sketches cómicos y actuaciones musicales para el público joven de la casa pero, en manos del cantante de la Orquesta Mondragón, se convirtió en un espectáculo corrosivo y provocador. Entre los momentos inolvidables del programa están el sketch en el que Hervé Villechaize, un actor francés acondroplásico, interpretaba a un mini-yo de Felipe González; la transformación del actor Paco Calatrava (más conocido como “El feo de los Calatrava”) en un Mick Jagger faltón o una pieza de Els Joglars en la que unos jugadores del Barça entregados a la sodomía recibían la visita de Jordi Pujol y Marta Ferrusola (Gurruchaga disfrazado con el traje regional catalán) y todos se encomendaban a la Virgen de Monserrat que, en la traca final, resultaba ser el portero camerunés del Espanyol Tommy N´Kono.
Ni que decir tiene que Pilar Miró, por aquel entonces directora de RTVE y última responsable de la emisión del programa, recibió presiones de propios y extraños para acabar con la emisión del programa. El contenido, en realidad incómodo para todo el mundo, provocó tensiones y enfrentamientos de todo tipo y le crearían enemistades mortales a la ya de por sí maltratada directora. Sus detractores (acosadores profesionales y gentuza en diversos grados de pacatería y maldad como se ha demostrado después) se tomarían venganza de estas “afrentas” –y claro está de lo de haber dirigido ‘El crimen de Cuenca‘, que aquí las cosas no se olvidan tan fácilmente- poco tiempo después orquestando una operación de acoso y derribo mediático que no tenía precedentes hasta la fecha y que, sin embargo, fue un buen ensayo para todas las operaciones de acoso y derribo mediático que hemos visto después.
Pilar Miró cede a las presiones a finales de mayo de 1988 y el programa se despide con una maravillosa bofetada final: una pieza en la que Javier Gurruchaga aparecía convertido en un rey absolutista y en la que se volvía a reír de sus detractores y aireaba las sospechas de que la propia Casa Real había mostrado su incomodidad ante el programa.
Pese a todo, ese mismo año Pilar Miró encargaría el programa especial de Nochevieja al mismo Javier Gurruchaga –una Nochevieja mítica en la que se emitió ‘Desmadre a la americana‘- con la premisa de “dar caña”. Obediente el entertainer nos regaló algunos de los momentos más brutos que se han emitido en España (el famoso sketch de los pedos) y, claro está, la presencia de una actriz acondroplásica que hizo las veces de “miniyo” de Pilar Miró y que era presentada como la novia de Javier Gurruchaga.
Por aquel espacio apareció Bertín Osborne. Por aquel entonces Bertín era un intérprete de canción ligera, ídolo del público femenino (y entendemos que masculino) cuyo gusto estaba dirigido a los varones engominados de elegante porte andaluz y voz profunda. Pese a lo que pueda parecer la estrella de Bertín estaba comenzando a decaer y, pese a los éxitos de sus comienzos, aquellos años ya pensaba el cantante en abandonar territorio nacional para dirigir sus pasos hacia Hispanoamérica y como Camilo Sesto establecer en Miami su base de operaciones y su residencia.
La razón para que Bertín fuera entrevistado por Javier Gurruchaga eran dos: la presentación de su álbum Vida o castigo’ que suponía su vuelta a los estudios de grabación tras dos años de parón y el largo enfrentamiento que Bertín tenía con Pedro Pacheco, alcalde de Jerez de la Frontera. Allá por el 83 el consistorio jerezano había aprobado el derribo de unas viviendas, entre las que se encontraba un chalet del cantante, por haberse construido en terreno no urbanizable y sin la oportuna licencia. Osborne recurrió y los tribunales, que sí derruyeron el resto de casas, revocaron la orden de derribo. Pacheco, enojado, emitió la frase por la que pasará a la historia: “La justicia es un cachondeo”. En 1988 todavía coleaba el asunto porque el asunto seguía en los tribunales (de hecho ha seguido en ellos hasta 1999) y, sobre todo, porque el alcalde de Jerez se enfrentaba a una inhabilitación de seis años de cualquier cargo público por haber asegurado, sin pruebas, que los letrados de Bertín estaban “en compló” con los jueces de la Audiencia Provincial de Sevilla.
Meses más tarde de aquella entrevista, en la que vimos a Popotxo (más conocido como “El enano de la Orquesta Mondragón”, una especie de Buster Keaton patrio) disfrazado de botones destruir ante un Bertín atónito una maqueta de su casa con un martillo, Gurruchaga dijo que el cantante había dado poco juego y que había sido un poco “tontín”, que no había entrado en ningún momento en el rollo del programa.
Desde 1988 hasta ahora ha llovido mucho: RTVE ya no hace programas tan buenos, nuestro concepto de lo provocativo se ha reblandecido más que la mierda de pavo; nadie se plantea hacer un programa de Nochevieja que pueda molestar a la prima monjita que tiene toda familia española, el alcalde aquél de Jerez está condenado por prevaricación y malversación de fondos públicos y, esto sí que es una sorpresa, volvieron los artistas expatriados de Miami y alcanzaron un éxito pasajero (El ‘Mola mazo’ de Camilo Sesto), reverdecieron sus laureles y pasaron por ser modernos de siempre (Raphael hasta protagoniza películas) y, toma ya, la carrera de Bertín Osborne pasó de “terminal” a ese punto en el que las cadenas de televisión comienzan a meterte dinero en los bolsillos para que les hagas el favor de meterte en nómina. No me digan que este país no es, cuanto menos, chocante y que si hay una excepción a la regla de que los españoles son ingratos con sus artistas esa es la que representa Bertín Osborne que vive desde hace ya unos años un idilio insospechado con sus paisanos.
Como sabrán Bertín Osborne abandonó la cadena pública en pleno éxito, cuando su programa de entrevistas ‘En mi casa o en la tuya’ gozaba de una audiencia sin precedentes. Desacuerdos en los términos económicos, una renovación congelada por la propia administración que se encuentra en ese limbo llamado “en funciones” , y una, al parecer, desorbitante oferta de Mediaset han acabado en el feliz fichaje de este por la tele de los italianos y el estreno, ayer mismo, del mismo programa que hacía en La 1 pero con otro nombre: ‘Mi casa es la tuya‘.
El formato es, básicamente, el mismo. Una cosa muy limpita, muy mona y muy bien hecha. Un poco como es Bertín que se conserva estupendamente bien para tener 61 años y haber bebido más agua de Miami de la que es aconsejable (tengo la teoría de que el agua de Miami vuelve un poco tarumba a los españoles. Tengo ejemplos: Alejandro Sanz, Victor Sandoval, Camilo Sesto, Colate…). El formato se parece tanto que, para este estreno, Telecinco ha emitido la entrevista con Pedro J. Ramirez y Agatha Ruiz de la Prada que, al parecer, RTVE había vetado y, previsiblemente, emitirá también el programa dedicado a Martes y 13 que quedó inédito en la cadena pública. Sorprendente esto último pues RTVE suele repetir el material de Millán y Salcedo con más frecuencia que Antena 3 Los Simpsons.
‘Mi casa es la tuya’ es el mismo programa con distinta cabecera y ofrece ese tipo de entrevista amable, pachorrona y tontina a la que nos tiene acostumbrado dicho espacio. Una especie de atracción de feria sin curvas, una especie de Tren de la Bruja iluminado y sin bruja (quiero decir, sin ex legionario yonqui ataviado con una bata de verano, careta y armado con una escobilla de wáter sospechosamente húmeda) que sólo puede ofrecer sosiego pero muy pocas sorpresas. Las razones para hacer este programa son un poco las de siempre: la televisión tiene mucho ruido, mucho grito y mucha palabra gruesa y ofrecemos un remansito aquí un poco amable que promete no atragantarle la cena a ningún espectador. Huelga decir que, paradójicamente, la cadena que más ha promovido el ruido es la que ha adquirido los derechos de este programa que es la antítesis de ‘Sálvame‘ (un programa que se estudiará en un futuro próximo como aquel megaformato que era a la vez un programa de cotilleo, un reality show, un debate, un culebrón de ficción y un espacio de metatelevisión donde los entrevistadores, técnicos y colaboradores se convertían en los protagonistas).
Nadie esperaba que en ‘Mi casa es la tuya’ tuviera algún cambio –si está bien para qué tocarlo- pero tampoco echó nada de luz sobre el matrimonio protagonista. Estamos a favor de que se ahonde en las miserias de la gente o que se arrincone a los famosos para sacarles una confesión sobre sus pecados más oscuros pero, la verdad, tampoco es que nos apetezca ponernos delante de la tele a escuchar como Pedro J. Ramírez y Agatha Ruiz de la Prada nos cuentan todas las cosas de las que llevan hablando durante tres décadas. Ya sabemos, maldita sea, que Pedro J. Ramírez flipa con el periodismo y que vale más por lo que calla que por lo que cuenta pero, amigo, podía haber soltado alguna primicia loca. Lo mismo pasa con Agatha Ruiz de la Prada. Agatha, maldita sea, que tú molas una barbaridad, que tienes cosas que contar super interesantes, no vuelvas a contar nunca más lo de que te apareciste en la boda de la Infanta Cristina con un traje hecho con la bandera catalana, que tenemos internet, que ya nos lo sabemos. Vale, habrá gente que diga no acordarse pero esa es la típica gente que seguro que dirá mal tu apellido y se refiera a ti como “la loca de la ropa de colorines, la Agata No se qué de La Prada, la mujer de ese que sale en la tele que lleva tirantes”.
Pese a todo no sabría mejorar en ‘Mi casa es la tuya’ (el nombre es un poco regulero por algo que se me escapa, parece incompleto). Los contenidos son un Amazonas de pereza infinita envueltos en un papel de regalo muy cuidado, técnicamente es impecable pero, yo que sé, se echa de menos un poco de imperfección, un poco de chicha y, sobre todo, que Bertín abandone ese tono de amigo de todo el mundo. Como él dijo en el programa de ayer: “Yo es que soy buena persona, vengo aquí, me siento aquí, te pregunto cosas…”. Vale, Bertín, eres muy majete –solo pierdes los papeles cuando te preguntan por Panamá- pero échale unas guindas al pavo este que tiene buena pinta pero no tiene sabor, es soso hasta decir basta.
Los años han pasado y ‘Viaje con nosotros‘, en solo unos meses de vida, nos regaló algunos de los mejores momentos de la televisión patria. Aquello eran otros tiempos pero, yo que sé, se respetaba cierta cuota de espectáculo y el espectador podía sentarse a disfrutar de un espectáculo estridente que odiaría o amaría pero que nunca le dejaría indiferente. No podemos decir lo mismo de ‘En mi casa o en la tuya‘ que es un programa sin mucho que aportar donde vemos a gente contándole cosas a Bertín Osborne con mucho gesto de confidencia, con mucha complicidad y alegría pero, la verdad, el que se sienta en la tele prefiere pasarlo bien que ver como otros lo pasan bien. Como espectadores preferimos que nos doren la píldora a nosotros que ver como le doran la píldora a gente que, por otro lado, no lo necesita. Basta de risitas, que comiencen las risotadas. Bertín te queríamos más cuando no tenías sentido del ridículo y nos ofrecías aquel espectáculo de mongolos buscando pareja titulado ‘Contacto con tacto‘. Ahí llegamos a quererte y a comprender tu dimensión mediática. Te queríamos así, Bertín, desbocado cual potro jerezano. Ahí no te hacía falta sacar la vena cursi, ni contar “chistes de maricas” para hacernos reír. Es más, nunca pensamos que eras el tipo de persona que contaba chistes de maricas . Vuelve por tus fueros, saca a Arévalo contando chistes de gangosos para que veamos la reacción de los invitados ante algo “políticamente incorrecto” aunque sea, pon a Pedro Sánchez de azafato que se os notaba en sintonía, dale a ‘En mi casa o en la tuya’ un poco de vidilla y también a España. Andamos necesitados de ello.