Cuando el artista Joaquín Torres-García (Montevideo, 1874) presentó en la ciudad condal ‘Lo temporal no es más que un símbolo’ ni el más moderno de Barcelona lo entendió. La representación de una figura mitológica, un fauno contentando a las masas a ritmo de flauta, en trazos que poco tenían que ver con la pintura clásica desconcertó a la crítica de 1916. Fueron tan duros con él que lo único que aceptaron con agrado fue su destitución como comisario del Saló de San Jordi. La anécdota sin embargo define muy bien la carrera del uruguayo, el primer creador que dejó bien claro que las etiquetas no iban con él.
La exposición ‘Joaquín Torres-García: Un moderno en la Arcadia’ organizada por el Moma de Nueva York en colaboración con el Museo Picasso Málaga y la Fundación Telefónica, comprende más de 170 piezas (pinturas, dibujos, collages) de una figura clave para entender la historia del arte moderno. Un hombre que rompió con las escuelas pictóricas que el mismo ayudó a crear, con la capacidad de incorporar distintos periodos e ideologías modernas para dejar un legado atemporal.
La exhibición que puede visitarse hasta el 11 de Septiembre en Espacio Fundación Telefónica repasa cronológicamente su trabajo, haciendo hincapié en dos momentos particulares de su vida: la época de 1923 a 1933, cuando Torres-García participó e impulsó varios movimientos modernos de vanguardia europeos, a la vez que estableció su característico estilo pictográfico-constructivista; y de 1935 a 1943, cuando regresa a Uruguay y produce uno de los repertorios más contundentes de abstracción sintética.
La muestra incluye también once obras nuevas que no se vieron antes, como ‘La Terra, Enees i Pan’ (1914) -una pieza monumental de más de 100 años de antigüedad que pintó para su casa y que es el claro testimonio de su adscripción al noucentisme. Joaquín Torres se mudó con sólo 19 años a Barcelona y allí se convirtió en uno de los artistas más reconocidos de este movimiento, una corriente artística que estableció una relación con la naturaleza y la historia primitiva manifiesta con escenas pastorales de la edad de oro mediterránea. También se podrán ver los bocetos de su polémicos frescos para el Saló de San Jordi y obras como obras como ‘Figura con paisaje de ciudad’ (1917) y ‘Composición
vibracionista’ (1918) en las que la pintura se mezcla con el collage.
La modernidad que vivió en Cataluña, la sintió más tarde en Nueva York a la que se mudó en 1920. Allí empezó su producción de Aladdin Toys, unos juguetes de madera con los que se burla la rigidez de las estructuras y explora la transformación, idea que estará presente en sus posteriores pinturas. Torres-García también experimentó con el collage, representó la ciudad caótica en New York Street Scene, en la que la publicidad está yuxtapuesta con el paisaje y el entretenimiento choca con el arte.
Hombre de ninguna parte y moderno contra el modernismo, encontró por fin su estilo en París. ‘Fresque constructif au grand pain’ y ‘Physique’ están formados por figuras esquemáticas trazadas sobre una cuadrícula densa en la que tonalidades sencillas resaltan campos geométricos. Palabras, letras y abreviaciones grabadas al lado de figuras específicas expuestas de forma vertical. Un esquema que repitió incontables veces y con el que consolidaría su estilo dentro del Arte Constructivo.
“Es en América donde es necesario que el Arte Constructivo se comprenda y se realice. Y no crea usted que no tuve avisos, profecías de gente bien intencionada que quería ahorrarme el viaje y el fracaso que juzgaban inevitable. Pero yo sentía necesario mi regreso. Y así vine, como un acto que la fe realiza, candorosamente si se quiere, sin pensarlo demasiado”. Así de claro fue en su respuesta cuando le preguntaron por qué había elegido Uruguay para difundir su corriente y más famoso es su mapa invertido de América del Sur, que proclamaba el Sur como su propio Norte.
En Montevideo, donde vivió hasta su muerte en 1949 fundó la Asociación de Arte Constructivo, transformándose en una figura cultural con una influencia duradera en el mundo del arte y firmó uno de los repertorios más sorprendentes de abstracción sinténtica. De esta etapa son ‘Composición abstracta tubular’ (1937) o ‘Forma abstracta en espiral modelada en blanco y negro’ (1938), incluidos en la muestra, cuadros arquitectónicos cromáticamente reducidos al contraste de blanco y negro.
Joaquín Torres-García: un moderno en la Arcadia. puede visitarse hasta el 11 de Septiembre en Espacio Fundación Telefónica