Los miembros de la banda de la bomber pasean por el cuartel general de la revista la prenda estrella de la temporada. Nuestros muchachos sí que se cortan el pelo -de vez en cuando-, y son más aseaditos que el pantera de Tom Wolfe. Nuestros chavales, tan trendy y tan rockabilly, ya llevaban estas chupas antes de que se pusieran de moda. Es más, con lo que tardaron en hacerse la foto es una suerte que la chaqueta de marras sea atemporal.
La bomber ‘sporty’
Rafael Benítez (Editor): No sé en que estaría pensando el día que me la compré (o qué había bebido), la verdad es que me la he puesto en contadas ocasiones (las bastantes para que luzca un chinazo y varios lamparones). Quizá ayudara el hecho de haberla descubierto durante una venta especial en el showroom de Adidas estando rebajada a más del 50%. A veces los chollos nos nublan la vista. El caso es que, de primeras, me atrapó su rollo retro, cool, vintage patatín y patatán. Después, en casa, es de las típicas prendas que te pones, te miras al espejo y la sustituyes por algo más ‘seguro’. Hay que reconocer que los colores, esa mezcla de celeste refulgente (celeste sí es un color, pero uno complicado) y amarillo chillón, no ayudan. Menos, si estamos hablando de alguien tirando a ‘clásico’ como el que suscribe. De todas formas, creo que el problema no está en esta sporty bomber sino en mí. Así que, aquellos a los que les camele la pieza, permanezcan atentos a Wallapop.
La bomber festivalera
Jéssica Bermúdez (Producción): Me enamoré de ella cuando la vi en un perchero de Zara a principio de temporada pero las tres cifras de su etiqueta impidió nuestro idilio. Volvimos a encontrarnos en las rebajas de verano. Para mi asombro, no sólo no se había agotado si no que había varios percheros atestados de clones de ella, todos con un 70% de descuento. Decidí que sería perfecta para la rasca de la noche de Bilbao y me la llevé de estreno al BBK.
Cuando vi que las gentes de Bilbao son bastantes más sobrias en el vestir que en Madrid me entró la vergüenza pueblerina y le di la vuelta por la parte en la que no hay bordado (la chaqueta es reversible). El pedo de la segunda noche me animó a sacar a pasear a la preciosa ave bordada en colores. Qué felices fuimos. Y aunque a día de hoy (tres años después) aún sigo escuchando comentarios sarcásticos cada vez que me la pongo, ella sigue siendo mi chaqueta favorita.
La bomber de rebote
Cristina Pardeza (Diseño): Mi mejor amiga y yo compartimos armario desde los 15 años. Camisetas, pantalones, bolsos… e incluso zapatos. Pero, en esta bonita relación de intercambios, hay un claro desequilibrio: ella es la ‘cazadora de tendencias’; yo, la que recibe sus sobras —cuando se cansa de ellas—. Sí, cada una tiene bien definido su papel. Y sí, a las dos nos encanta el nuestro.
Así llegó a mí esta preciosa bomber azul de Lacoste. Era una tarde cualquiera; yo, tirada en su cama, esperaba ansiosa el momento en que saliera de su boca la ya mítica frase “¡tengo cosas para darte!”. Y sin saber muy bien por dónde iba a tirar esta vez, vi cómo la descolgaba del armario y me la daba. Era LA bomber. ¡Y era mía! Desde entonces, me acompaña cada día alegrando cualquier look que se tercie. Adoro ser la segundona. Gracias, amiga.
Una bomber de 25 años
Javier Moya (Editor): Una misión heroica. Eso era comprar una bomber a finales de los ochenta en una capital de provincias como Pamplona. Lo conseguí. Olvídate de ir a una tienda. Internet era ciencia ficción. Así que el boca oreja funcionaba en las calles, los bares y tiendas de discos. Me enteré por un tipo que se podían pedir por correo a Inglaterra. Enviabas un giro postal (no había Paypal, trons); especificabas en un formulario el modelo, color y talla, … y comenzaba una espera histérica de semanas en las que tu estado pasaba de la euforia al desasosiego por instantes: leyendas urbanas de carteros con la mano larga; errores con la talla; ingleses sin escrúpulos que se quedaban la pasta, … Un puto infierno a esa edad.
La bomber llegó. Era verde. Talla M. El forro naranja. Los bolsillos en su sitio. No tenía marca. Una jodida maravilla. De repente, tenía súper poderes. Cuando me la ponía (no me la quite en años), levitaba por el suelo camino del casco viejo de Pamplona. ¡Guau!
Al poco de comenzar a chulear con mi bomber comprobé que causaba algún que otro malentendido. La época, el lugar y la edad no atendían a sutilezas. Aquello solía ser blanco o negro. Resulta que las bombers las llevaban sobre todo red skins de la ciudad, muchos de ellos de Indar Gorri, la peña de hoolingans del Osasuna. Y en algún viaje comprobé que también la utilizaban los skins de ultra derecha. A mi me iba más el psychobilly en aquellos meses (aunque el fervor duró poco al comprobar que sólo había dos bandas The Meteors y Guana Batz y resultaban un tostón tras unas escuchas). The Cramps era ya mi banda favorita, así que me hice con un parche que decía ‘Stay Sick’, título del álbum que acaban de publicar (superad eso!) y mi querida amacho me lo cosió en la manga derecha (aún está sobre ella).
Ese pequeño parche de los Cramps bastó para diferenciarme no ya sólo de borrokas, heavies, punkis o pijos, sino también de los skins. Clasificarme comenzó a ser difícil. Buen trabajo.
Y aquí sigue conmigo mi bomber, que utilizo en contadísimas ocasiones. La chaqueta descansa en mi armario desde hace la friolera de 27 años junto a una chupa de cuero, la vaquera de Levi’s, las de ante de mi viejo, una parca y nuevas y maravillosas cazadoras. Cuando queráis os la presto.