“Sé constante y ordenado en tu vida, para que puedas ser violento y original en tu trabajo” decía Flaubert. Desconocemos si el verdadero secreto del éxito está en ser tenaz, tal y como auguraba el escritor de ‘Madame Bovary’. Al menos lo dudamos teniendo en cuenta esa fama, infundada o no, de la que gozan los genios creativos. Dormir poco, beber mucho y entre medias escribir, componer o pintar todo cuanto se pueda. Al fin y al cabo, esa potencia creativa disfrazada de genio frustrado siempre les ha funcionado.
Las manías de las que presumían decían mucho de su trabajo. Thomas Wolfe, por ejemplo, escribía de pie en la cocina, utilizando la parte superior de su nevera como mesa de trabajo. Jean Paul Sartre, en cambio, masticaba pastillas de Corydrane, una mezcla de anfetamina y aspirina, para conseguir concentración, ingiriendo al día una dosis diez veces superior a la recomendada. Ni que decir que, para escribir, Schiller necesitaba el olor de las manzanas podridas sobre su escritorio, Balzac, vestirse de monje y Juan Ramón Jiménez, encerrarse en una habitación forrada de corcho para evitar el más leve ruido.
Independientemente de estas sutiles rarezas, cada uno de ellos repartía su tiempo y energía en función de sus prioridades. Aunque todos nos hemos imaginado sentados frente a una máquina de escribir mientras pequeñas pelotas de papel se iban acumulando a nuestros pies, lo cierto es que muchos de ellos seguían una rutina bastante precisa. Algunos se pasaban la noche desvelados, mientras otros dormían plácidamente y madrugaban para despertar con nuevas ideas. Los hay quienes escribían diez horas del tirón y quienes lo hacían poco a poco. No nos olvidemos de las heroicas cantidades de café ingeridas, las siestas interminables y las largas caminatas para aclarar ideas.
Si alguna vez te has planteado cómo administraban su tiempo o qué tipo de rutina seguían los grandes de la literatura, la pintura, la música, la arquitectura o la filosofía, la infografía interactiva que ha realizado Podio es tu solución. Parte de la obra Daily Routines de Mason Currey, que viene a explicar la rutina de 161 mentes creativas. La gráfica, en cambio, escoge 26 de ellas y desvela cómo genios de la talla de Tchaikovsky, Dickens o Picasso distribuían su día a día.
En general todos ellos dormían bastante poco. Ninguno superaba las seis o siete horas de descanso nocturno. Quizás el que más destaque, en cambio, sea Honoré de Balzac. Se acostaba a las seis de la tarde y se levantaba a la una de la mañana, hora en la que otros como Kafka, Picasso o Flaubert seguían creando. Al contrario de lo que se suele pensar, no muchos trasnochaban. La mayoría se dormían en torno a las nueve o diez de la noche. Lo que oscila es la hora a la que comenzaban el día. Mientras algunos como Murakami o Voltaire preferían levantarse a las cuatro de la madrugada, el resto solía despertarse entre las cinco y las ocho de la mañana.
En lo que coinciden casi todos es en pasar el horario de mañana creando, a excepción de un pequeño descanso para desayunar. Lo mismo es porque tenían las ideas más frescas o las musas les visitaban a estas horas, pero lo cierto es que la mayoría solía estar hasta las tres o cuatro de la tarde escribiendo, pintando o componiendo. ¿Los más estrictos? Murakami y Voltaire, que pasaban 9 y 16 horas, respectivamente, delante de su escritorio. Muchos comían, descansaban, dedicaban tiempo al ocio y hacían ejercicio y solo Balzac, Darwin, Kingsley Amis, Mann o Tchaikovsky se dejaban llevar por la procrastinación de echarse una siesta después de comer. La gráfica también arroja ciertos datos curiosos de reseñar:
- El más dormilón…Le Corbusier (9 horas).
- El que más trabajaba, que no, por ello, el más eficiente…Voltaire (16 horas).
- El más deportista…John Milton (3 horas).
- La más ociosa…Flannery O’Connor (escribía únicamente tres horas al día, de 9 a 12 de la mañana).
Más allá de la curiosidad que despiertan sus particulares rituales, la infografía no hace más que demostrar las infinitas posibilidades que existen de lograr la brillantez creativa. Al fin y al cabo, la materia prima es lo importante.